Teatro y Aprendizaje

Nacida en Chile, Lina de Guevara es actriz, directora y profesora de teatro. Es  fundadora y directora artística de PUENTE, una compañía de teatro que  desde 1988  crea y produce obras sobre la experiencia de los inmigrantes en Canadá, y presenta teatro proveniente de diversas  culturas en Victoria, BC. Lina ha dirigido  teatro y enseñado en Canadá,  Chile, España, Cuba, los Estados Unidos y México y en muchas instituciones prestigiosas en Victoria como la Universidad de Victoria,  Colegio Pearson del Pacífico   y Teatro Kaleidoscope. Actualmente enseña Máscara   y Comedia del Arte en el Colegio Canadiense de las Artes de la Representación..

He sido una persona de teatro durante toda mi vida. Recibí mi educación formal como actriz y directora en la Universidad de Chile y luego he completado este entrenamiento siguiendo cursos y asistiendo a talleres con connotados maestros internacionales. Durante esta vida inmersa en teatro he aprendido mucho y he observado cómo otros aprenden de esta actividad maravillosa, compleja y práctica, que es el teatro. Se han hecho muchas descripciones formales del efecto del Teatro en la educación, y mi propósito no es repetir estas observaciones detalladas que educadores profesionales han hecho con excelencia. Más bien deseo entregar algunas observaciones anecdóticas, para personas interesadas tanto en el teatro como en la educación.

Estamos en un taller llamado “Nuestras vidas, nuestras trayectorias” en el que participan mujeres inmigrantes que han llegado a Canadá provenientes de diversos países. En este taller utilizamos varias técnicas para explorar la compleja experiencia de ser inmigrante. Una de ellas proviene del Teatro del Oprimido, creado por el director brasileño Augusto Boal y se llama “Teatro Imagen”. En ella los participantes crean imágenes o esculturas, de aspectos importantes de sus vidas, utilizando a los otros participantes como material maleable o “greda”, poniéndolos en distintas actitudes que reflejan lo que quieren expresar. En esta ocasión el tema que se ha propuesto es “La familia en el país de origen” y  “La familia después de la inmigración”. Una mujer proveniente de Taiwán crea una imagen  de “la familia en el país de origen” en la que se ve al padre llamando por teléfono, en actitud tensa, la madre trabajando, también tensa y concentrada, los dos hijos estudiando, uno escribe, el otro lee; la actitud de ambos también denota esfuerzo. Se le pide a las otras participantes que digan las palabras que esta imagen provoca en ellas, y anotamos palabras como: “tensión, separación, desconectados, solos, trabajo, difícil, infeliz”. Luego la misma participante crea la imagen de “la familia después de la inmigración”. Presenta a la familia en un auto, el padre conduciendo, la madre y los niños señalando en distintas direcciones, los ojos muy abiertos, sonriendo.Las palabras evocadas por esta imagen son: “admiración,” “felicidad,” “juntos,” “luna de miel,” “novedad,” “árboles,” “belleza.”

Las dos imágenes provocan mucha reflexión e intercambio de ideas.  La vida en Taiwán se nos presenta como difícil, competitiva, que demanda un esfuerzo tal que pone en peligro la comunicación entre la familia e impide la creación de un ambiente de hogar cálido y acogedor. Esta imagen concuerda, por lo demás, con la impresión que muchos tenemos de la vida en el mundo moderno. En la imagen siguiente vemos a la familia en el periodo llamado de “luna de miel,” en el que, recién llegados, los inmigrantes  aprecian las maravillas del nuevo país, y la familia está contenta, reunida y relajada.  Pienso después que, con solo ver estas dos imágenes hemos aprendido mas sobre la realidad de Taiwán y sobre la inmigración en su primer periodo que  en muchas horas de estudio. Y lo hemos aprendido en forma visceral, identificándonos con los sentimientos de los personajes, y comprendiendo la situación resumida en una imagen de mucho impacto. Al mismo tiempo, la “escultora” siente la satisfacción de  haber ejercitado su creatividad, y los  que integraron la escultura han tomado otros roles, se han identificado con ellos y han profundizado su comprensión del momento en que viven. Estas imágenes abrieron la puerta a extensas y serias discusiones sobre el proceso de inmigración y sobre las experiencias que estas mujeres están sobrellevando.

Algunos años después de mi arribo a Canadá como emigrante decidí  convertir mis experiencias en una obra de teatro. Estas experiencias habían sido difíciles, importantes, me habían cambiado la vida, y necesitaba compartirlas con mis nuevos compatriotas. Pero no quería expresar esto en una obra unipersonal, que me parecía como estética teatral menos interesante que en una obra con varias personas. Por lo tanto busqué en mi entorno a otras mujeres que hubieran pasado por experiencias similares. En mi pequeña ciudad, no encontré otras mujeres latinoamericanas que fueran actrices profesionales o que siquiera tuvieran alguna experiencia en el teatro. Por lo tanto, decidida a arriesgarme y experimentar, resolví trabajar con un grupo de mujeres ansiosas de compartir sus experiencias, y que estaban dispuestas a aprender las técnicas teatrales necesarias para expresar en escena sus sentimientos. Todas ellas  experimentaron profundos cambios a través del examen de sus vidas y del proceso de ensayo. El aprendizaje se produjo a todos los niveles: aprendieron técnicas de movimiento y voz, mejoraron su inglés, sanaron de los traumas psicológicos producidos por el aislamiento, la nostalgia, el choque cultural y las experiencias, algunas terribles, que las empujaron a abandonar sus países de origen y buscar refugio en Canadá. Aprendieron también a expresarse con los instrumentos teatrales: utilizando el espacio y los objetos, construyendo personajes y contando historias. Adquirieron también la disciplina imprescindible para llevar adelante una función teatral sin tropiezos, en la que todo debía estar en su lugar, y en la que la vida diaria no debía entrometerse. Para estas mujeres, participar en esta obra, llamada “No he nacido aquí.”  (“I wasn’t born here”), significó un cambio profundo en sus vidas, en sus sentimientos hacia su país de adopción,  en como se veían a si mismas y en su relación con los demás canadienses. Por supuesto que ésta fue una experiencia especial, desarrollada en circunstancias muy favorables en que las participantes se dedicaron a este trabajo por cinco meses, recibieron un salario adecuado y mucha ayuda e instrucción de parte de una variedad de profesionales. Pero los efectos positivos compensaron la inversión hecha por el Estado, que financió este proyecto en uno de sus programas de ayuda a los inmigrantes. Además del cambio positivo que significó en las vidas de las participantes y en el público que vió la obra,  “No he nacido aquí” marcó el inicio de las actividades del Teatro PUENTE, fundado en 1988 en Victoria BC, Canadá, para expresar en teatro las experiencias de los inmigrantes.

Uno de los mandatos del teatro Puente es promover la diversidad cultural en el arte. Por ello todos los años realizamos “Worldplay”, un programa de lecturas dramatizadas del teatro mundial. Estas lecturas han sido una fuente de aprendizaje extraordinario. Hablaré solo de lo que yo he aprendido, pero estoy segura de que mi experiencia ha sido compartida por otros. La favorable acogida de este programa por el público de nuestra ciudad lo demuestra.  Hemos presentado obras de países tan diversos como Nigeria, Japón, India,  México, Estados Unidos, el Líbano, Egipto, Kenya, China, Lituania, Chile, Argentina, Sudáfrica, Holanda, etc. La calidad del teatro de estos países es la primera lección. Hay teatro excelente en todas partes: las obras revelan imaginación, sentimientos profundos, belleza, agudeza teatral, inteligencia, conciencia social, humor,  etc.  El mejor teatro de  todos los países aspira a la trascendencia, a expresar lo que es importante para los seres humanos, para reafirmar y tratar de observar y comprender la  condición humana en toda su  complejidad.

Más específicamente, me sorprende ver que en el teatro japonés se escribieron obras del absurdo desde los años 30, aprendo que desde sus comienzos, el teatro “chicano” fue un instrumento efectivo en la lucha por los derechos de los trabajadores mexicanos en los Estados Unidos, y que ahora se ha convertido en una excelente demostración de  afirmación y definición de la identidad de los mexicanos/estadounidenses. Me sorprende asimismo el constatar que muchas obras africanas tratan el tema de los derechos de la mujer en África, y cómo muchas obras de autores latinoamericanos presentan temas y personajes internacionales, y no exclusivamente temas latinoamericanos. En resumen, Worldplay me ha permitido ver que la producción teatral mundial es mucho más rica, compleja e inspiradora de lo yo había supuesto. Estoy segura que este aprendizaje, compartido en mayor o menor grado por miembros del publico de Worldplay, sirve para disipar prejuicios, para combatir el racismo y el etnocentrismo y contribuye a crear una sensibilidad abierta, capaz de gozar y aprender de todo lo que el mundo ofrece.

Siempre dentro del tema del teatro en la educación, hemos realizado lecturas dramatizadas con alumnos del “Programa de estudios de género” en la Universidad de Victoria. En la lectura dramatizada los roles se reparten y se establece una planta de movimientos sencilla. Los actores/lectores deben compenetrarse de sus personajes y darles algunos elementos de caracterización. No se les exige que memoricen el texto, pero sí que lo “actúen” con la expresión adecuada a las circunstancias de la escena.

En la primera experiencia, las alumnas leyeron el primer acto de la obra holandesa “Mirad, un muchacho de Bosnia” de Ad de Bont. Es una obra extremadamente dramática sobre la Guerra en lo que antes fue Yugoslavia. El impacto de esta lectura fue muy fuerte. Al leer los distintos roles, las lectoras se compenetraron de los sentimientos de los personajes que estaban viviendo una situación real y terrible. Después de la sesión las alumnas manifestaron  que ellas  habían estudiado este conflicto y que lo habían entendido intelectualmente,  pero al participar en la lectura las había sorprendido el impacto producido por la diferencia entre comprender algo intelectualmente y luego captarlo emocionalmente, hasta cierto punto: “vivirlo.” Una experiencia parecida sucedió a los participantes en la lectura dramatizada “El gran ventarrón”, una creación colectiva sobre los trabajadores emigrantes que residen en Hong Kong. Al encarnar los personajes lograron una comprensión  emocional intensa y pudieron identificarse con los trabajadores, en muchos casos indefensos y que demostraban siempre gran coraje y adaptabilidad. Los participantes en estos ejercicios los recuerdan después de años como momentos en los cuales “comprendieron a cabalidad” una cierta situación.

Estos ejemplos nos llevan a reflexionar sobre la importancia de un proceso de aprendizaje que involucre no solo al intelecto sino a todo el ser. Augusto Boal dice: “todo el cuerpo piensa, no sólo el cerebro”.  El teatro y sus técnicas parecen ser  un instrumento mágico, con potencial no sólo para facilitar la adquisición de conocimientos sino para iniciar procesos de cambio beneficiosos para individuos y comunidades.

Publicado en EducaHoy.com.mx  2008-11-02